Anticongelante y Refrigerante: Mitos y verdades que tu auto necesita que conozcas en esta temporada de calor

Anticongelante y Refrigerante: Mitos y verdades que tu auto necesita que conozcas en esta temporada de calor

El sol abrasador, el asfalto que quema y un termómetro que parece competir por romper récords: el verano no solo desafía nuestra paciencia, sino la resistencia de nuestros autos. En medio de esta ola de calor, el sistema de refrigeración del vehículo se convierte en el héroe anónimo que evita que el motor se convierta en una pieza de metal fundido. Y aquí, el líquido refrigerante (o anticongelante) es el protagonista. Pero ¿sabes realmente cómo cuidarlo? Entre mitos heredados de generaciones de conductores y verdades técnicas que parecen sacadas de un manual de ingeniería, navegar este tema puede ser tan confuso como intentar reparar un radiador sobrecalentado. Vamos a despejar el camino.

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“Anticongelante y refrigerante son cosas distintas”: Un mito que confunde a medio mundo

Parece una discusión de semántica, pero no lo es. ¿Alguna vez has escuchado a alguien decir: “Necesito anticongelante para el invierno y refrigerante para el verano”? Es un error común. La realidad es que ambos términos se refieren al mismo líquido, un fluido multifuncional diseñado para dos batallas climáticas extremas: evitar que el motor hierva en el desierto sonorense y que se congele en las montañas de Chihuahua.

El secreto está en su composición química. Los refrigerantes/anticongelantes modernos contienen etilenglicol o propilenglicol, sustancias que elevan el punto de ebullición (hasta 130°C) y reducen el punto de congelación (-40°C). Además, incluyen inhibidores de corrosión que protegen metales y sellos dentro del sistema. Si usas solo agua, como hacían los abuelos, no sólo arriesgas daños por temperaturas extremas, sino que aceleran la oxidación de componentes clave como la bomba de agua o el radiador.

No caigas en la trampa de comprar productos distintos para cada estación. Un buen refrigerante es como un traje todo terreno: te sirve bajo el sol o la nieve.

“Todos los refrigerantes son iguales”: El error que puede costarte una reparación costosa

Imagina que entras a una tienda de autopartes y ves estantes llenos de botellas de colores: verdes, rojos, azules… Podrían parecer bebidas energéticas, pero cada tono es una pista sobre su fórmula. Los refrigerantes se dividen en cuatro tipos principales, según su tecnología:

  • IAT (Tecnología de Ácido Inorgánico): Verdes y comunes en autos fabricados antes del 2000. Contienen silicatos que protegen metales como el aluminio, pero requieren cambios cada 2 años.
  • OAT (Tecnología de Ácido Orgánico): Rojos o naranjas, populares en vehículos GM o europeos. Sin silicatos, duran hasta 5 años, pero no son compatibles con motores antiguos.
  • HOAT (Híbrido de OAT y IAT): Amarillos, rosas o turquesas. Usados por Ford, Chrysler o BMW, combinan lo mejor de ambos mundos para una protección balanceada.
  • A base de propilenglicol: Azules o rosas, menos tóxicos y usados en aplicaciones ecológicas.

Aquí radica un dolor de cabeza para muchos: el color no es un estándar universal. Un HOAT rosa de una marca podría tener aditivos distintos a otro rosa de la competencia. Por eso, el manual de tu auto es la biblia. Usar el tipo incorrecto puede neutralizar los inhibidores de corrosión, crear sedimentos que obstruyen el radiador o, peor aún, dañar la junta de la culata.

Consejo clave: Si no tienes el manual a la mano, busca el código de especificación en el envase. Por ejemplo, los autos japoneses suelen requerir refrigerantes con estándar “JIS”.

“Mezclar colores o tipos no pasa nada”: Una práctica peligrosa que muchos ignoran

¿Qué ocurre si combinas un refrigerante verde IAT con uno rojo OAT? La respuesta es una reacción química que parece sacada de un laboratorio de Frankenstein. Los aditivos de cada fórmula (como silicatos, nitratos o sebacatos) pueden anularse entre sí, formando geles que bloquean conductos o partículas que rayan las paredes del motor.

Un caso real: En 2022, un taller en Monterrey reportó una avalancha de reparaciones de bombas de agua dañadas debido a mezclas improvisadas de refrigerantes. El costo promedio por reparación fue de $8,000 MXN, un gasto evitable con un simple chequeo de compatibilidad.

Regla de oro: Si necesitas rellenar el depósito y no tienes el mismo líquido, usa agua destilada temporalmente (nunca del grifo) y programa un cambio completo cuanto antes.

“El refrigerante dura para siempre”: El engaño que desgasta tu motor en silencio

“Si no se ve sucio, ¿para qué cambiarlo?”. Este pensamiento es tan riesgoso como conducir sin aceite. Con el tiempo, los inhibidores de corrosión se degradan, el pH del líquido se vuelve ácido y pierde su capacidad térmica. Un refrigerante viejo no solo hierve más rápido, sino que se convierte en un cóctel corrosivo que carcome mangueras, sellos y el bloque del motor. Los intervalos varían:

  • IAT: Cada 2 años o 40,000 km.
  • OAT/HOAT: Cada 5 años o 160,000 km.
  • Propilenglicol: Sigue las recomendaciones del fabricante.

Pero hay excepciones. Si tu auto ha sufrido sobrecalentamientos o tiene más de 10 años, acortar estos plazos. Un profesional debe hacer el cambio, ya que implica drenar, limpiar el sistema y eliminar burbujas de aire que podrían causar puntos calientes.

Señales de alerta: Líquido turbio, olor a jarabe quemado o depósitos marrones en el depósito.

“Rellenar con el motor caliente es inofensivo”: Un riesgo que puede quemar más que el presupuesto

Abrir el tapón del radiador con el motor caliente es como destapar una olla exprés llena de vapor. La presión acumulada puede lanzar líquido a más de 100°C, causando quemaduras graves. Además, al enfriarse, el sistema genera un vacío que aspira aire, creando bolsas que impiden la circulación del refrigerante y derivan en sobrecalentamientos. Protocolo seguro:

  • Estaciona en terreno plano y espera 1 hora tras apagar el motor.
  • Usa un trapo grueso para girar el tapón lentamente, liberando presión gradualmente.
  • Rellena hasta la línea “Máximo” con el líquido correcto.

En esta era de climas impredecibles, donde los veranos son cada vez más brutales, cuidar el sistema de refrigeración es una responsabilidad. Revisa niveles mensualmente, sigue las especificaciones de tu fabricante y, sobre todo, no improvises. Tu auto no necesita un héroe con herramientas, necesita un dueño informado que entienda que, en el desierto del calor, el refrigerante es el oasis que mantiene todo en marcha. La próxima vez que abras el capó, recuerda: ese líquido brillante en el depósito no es un accesorio… es la sangre fría que evita que el corazón de tu auto colapse.

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