La industria automotriz y el cine comparten una historia de amor legendaria, pero pocos romances han generado tantos debates legales como el del Ford Mustang Eleanor. Durante décadas, este GT500 de 1967 modificado (estrella de 60 Segundos del año 2000) encarnó el sueño de todo entusiasta. Sin embargo, una reciente sentencia del Noveno Circuito de la Corte de Apelaciones de EE.UU. ha revolucionado el mundo del tuning: Eleanor no es un "personaje" protegible, sino un mero "accesorio" cinematográfico. Esta decisión no solo resuelve una batalla legal de 20 años, sino que redefine cómo las obras de arte automotriz pueden (o no) ser apropiadas.
La historia de Eleanor comienza lejos de los sets de Hollywood. En 1999, el ilustrador Steve Stanford bosquejó un Mustang Shelby GT500 1967 con líneas agresivas: capó abultado, parrilla sin emblemas, faros empotrados y un icónico diseño bicolor plateado con franjas negras. El concepto llegó a manos del diseñador Chip Foose, quien lo materializó para la productora de Jerry Bruckheimer.
Tras el rodaje, solo sobrevivieron 7; el paradero de varias sigue siendo un misterio. Este aura de exclusividad alimentó su leyenda, pero también sembró la semilla de un conflicto legal.
En 2008, Denice Halicki (viuda de H.B. "Toby" Halicki, creador de la original Eleanor en Gone in 60 Seconds, 1974) demandó a Carroll Shelby Licensing, Inc. por usar "su" diseño en réplicas comerciales. Su argumento: el auto era un "personaje" único, protegido por derechos de autor.
El fallo clave (2025) desmontó esta idea punto por punto:
La corte sentenció: "Un automóvil modificado para una película es un accesorio, como un sofá o una lámpara".
Esta decisión impacta tres esferas críticas de la industria:
Por años, fabricantes como Unique Performance o Superformance operaron bajo la sombra de demandas. Construir una réplica de Eleanor implicaba pagar licencias a Halicki o Shelby. Hoy, cualquier taller puede recrear el diseño sin temor. Ejemplos:
Beneficio tangible: Reducción del 30% en costos para consumidores finales.
Antes del fallo, sólo las réplicas "oficiales" (aprobadas por Halicki o Shelby) tenían valor de colección. Ahora:
Dato clave: Una réplica no autorizada vendida en 2020 por $385,000 USD hoy cotiza en $450,000 USD.
Eleanor era un ícono "cautivo" por disputas legales. Ahora:
La paradoja del diseño: ¿Arte o producto industrial?
El fallo expone una grieta en la ley de propiedad intelectual:
Steve Stanford, su creador, lo resume:
"Fue mi diseño, pero nació para ser recreado. Que miles lo repliquen es el mayor homenaje"
Este fallo es una victoria de la cultura automotriz sobre la burocracia legal. Eleanor nunca perteneció a un estudio o un heredero; pertenece a quienes crecieron soñando con ese Mustang plateado deslizándose por las calles de toda ciudad.
Los íconos se construyen con pasión, no con registros legales. Talleres locales ahora pueden embarcarse en proyectos inspirados en Eleanor sin temor.
El valor está en la ejecución, no en la "oficialidad". Una réplica mexicana con artesanía de nivel puede superar en valor a una "autorizada".
La herencia automotriz es colectiva. Así como el Vocho o el Maverick trascienden marcas, Eleanor es un símbolo de libertad mecánica.
El rugido de su motor V8 no necesita un copyright para resonar. Como dijo Halicki en 1974: "Un auto es puro cuando lo conduces, no cuando lo patentan". Hoy, Eleanor es finalmente libre... y su leyenda, más viva que nunca.
"Los autos que importan no se guardan en garajes; se viven en las calles y se reinventan en talleres."
H.B. "Toby" Halicki (1940-1989).
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