México ha atravesado por diversas etapas de maduración a lo largo de su historia, consolidándose principalmente como una potencia manufacturera y de ensamblaje para grandes marcas internacionales. Sin embargo, el paradigma está cambiando radicalmente en el marco de la Expo Transporte ANPACT 2025, celebrada en la ciudad de Guadalajara. En este escenario, que reúne a los líderes del transporte y la logística, se ha marcado un hito histórico con la presentación oficial del Taruk, el primer autobús cien por ciento eléctrico diseñado integralmente en territorio nacional. Este lanzamiento no es simplemente la introducción de un nuevo modelo vehicular al mercado, sino la materialización de un esfuerzo conjunto por alcanzar la soberanía tecnológica en un sector estratégico para el desarrollo económico y sustentable del país.

El proyecto Taruk nace de una articulación estratégica sin precedentes conocida como la triple hélice, donde convergen el sector gubernamental, representado por el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt), y el sector privado industrial, a través de la histórica armadora Dina y la innovadora empresa tecnológica Megaflux. El nombre elegido para este vehículo carga un profundo simbolismo cultural, pues Taruk significa "correcaminos" en lengua yaqui, evocando velocidad, agilidad y resistencia, cualidades que los ingenieros buscaron plasmar en la arquitectura de este autobús. Su desarrollo representa un quiebre con la tradición de importar tecnología terminada, apostando en su lugar por el desarrollo de ingeniería propia capaz de competir con los estándares internacionales de calidad y eficiencia energética.
Las especificaciones técnicas del Taruk, nos encontramos con un vehículo diseñado específicamente para la orografía y las condiciones operativas de las ciudades mexicanas. La autonomía es una de las preocupaciones centrales en la adopción de vehículos eléctricos pesados, y en este rubro, el Taruk ofrece cifras competitivas. El autobús es capaz de recorrer hasta trescientos cincuenta kilómetros con una sola carga, siempre y cuando el sistema de aire acondicionado no esté en funcionamiento. En condiciones de alta demanda, donde el sistema de climatización opera por más de doce horas continuas —un escenario común en las zonas costeras o durante los veranos en el centro del país—, la unidad mantiene una autonomía operativa de doscientos cincuenta kilómetros. Esta capacidad asegura que el vehículo pueda cubrir jornadas laborales completas en la mayoría de las rutas urbanas sin necesidad de recargas intermedias, lo cual es vital para la logística de las empresas de transporte público.
La capacidad de transporte del Taruk ha sido optimizada para la densidad urbana, permitiendo el traslado de hasta sesenta pasajeros por unidad. Un aspecto fundamental del diseño es su enfoque inclusivo, pues la unidad está totalmente adaptada para garantizar el acceso y la seguridad de personas con discapacidad, cumpliendo con las normativas vigentes de movilidad universal. Además, la ingeniería detrás del vehículo ha priorizado la eficiencia energética, asegurando que el autobús mantenga su rendimiento y autonomía incluso en situaciones de alta demanda de pasajeros, lo cual suele ser el talón de Aquiles de muchas unidades eléctricas importadas que pierden rendimiento significativo al operar a su máxima capacidad de carga en pendientes pronunciadas.
La validación de estas capacidades no se ha quedado en el papel o en simulaciones de laboratorio. La primera versión de este camión ha sido sometida a rigurosas pruebas de campo, circulando por doce ciudades de la República Mexicana para enfrentar diversos climas, altitudes y tipos de pavimento. Un caso de éxito notable fue su operación en la ruta 46 de la Ciudad de México, un trayecto exigente de veintidós kilómetros con treinta y nueve paradas que atraviesa las alcaldías de Iztacalco, Iztapalapa y Tláhuac. Esta prueba en condiciones reales sirvió para demostrar la robustez del sistema de tracción y la fiabilidad de la carrocería ante el uso intensivo característico de una de las metrópolis más grandes del mundo.
Desde una perspectiva industrial y económica, el aspecto más relevante del Taruk es su composición. Roberto Gottfried, cofundador de Megaflux, ha destacado que el setenta por ciento de la fabricación del autobús es de contenido nacional. Este dato es revelador, pues implica que la mayor parte del valor agregado se queda en México, fortaleciendo las cadenas de suministro locales. La división del trabajo refleja las fortalezas de cada socio: Dina, una empresa con décadas de tradición, se encarga de fabricar la carrocería y el chasis, aportando su experiencia en durabilidad y estructura; por su parte, Megaflux asume la responsabilidad de producir el tren motriz eléctrico, el corazón tecnológico del vehículo.
Sin embargo, el proyecto también pone de manifiesto los retos pendientes para la industria nacional. Gottfried señaló con transparencia que los únicos componentes que aún se deben importar son las celdas de litio y la electrónica de potencia. Aunque el diseño de estos sistemas se realiza en México, la manufactura de los semiconductores y las celdas de batería aún requiere de infraestructura extranjera, una realidad que comparte gran parte de la industria automotriz global. A pesar de esto, la capacidad instalada actual permite proyectar una producción masiva de entre tres mil y cuatro mil unidades de Taruk al año. Esta cifra posiciona a México no sólo como un consumidor de tecnología verde, sino como un actor clave y un competidor serio en el desarrollo y ensamblaje de vehículos pesados de cero emisiones.
El reconocimiento a este esfuerzo de integración nacional llegó en marzo pasado, cuando el Taruk recibió oficialmente la certificación "Hecho en México". Este sello no es meramente decorativo, sino que habilita al vehículo para acceder a beneficios fiscales y programas de compra gubernamentales, además de certificar que cumple con los estándares de calidad exigidos por las autoridades. La estrategia de despliegue ya tiene un objetivo claro: la ciudad de Ensenada, en Baja California, será la pionera en implementar este sistema de transporte de manera masiva. El plan inicial contempla la incorporación de ochenta unidades, con una proyección de expansión hasta alcanzar los trescientos cuarenta y cinco autobuses.
Lo verdaderamente innovador del proyecto en Ensenada es que no se limita a la sustitución de unidades diésel por eléctricas. Las autoridades y los desarrolladores han planteado un ecosistema integral de movilidad sustentable que incluye la creación de una estación de carga alimentada por paneles fotovoltaicos. Esta infraestructura contará con baterías de almacenamiento, permitiendo que los autobuses se recarguen con energía limpia generada localmente. Este enfoque de "pozo a la rueda" asegura que la reducción de emisiones sea real y no simplemente un desplazamiento de la contaminación del tubo de escape a una chimenea de una central termoeléctrica. Además, se espera que este modelo de energía limpia incide positivamente en la economía local al reducir la dependencia de combustibles fósiles y estabilizar los costos operativos del transporte público.
Este ambicioso proyecto se alinea perfectamente con los planes estratégicos del gobierno federal, que ha establecido la meta de incorporar tres mil autobuses eléctricos al sistema de transporte público en los próximos años. La iniciativa busca modernizar la flota vehicular, que en muchas ciudades del país sufre de una obsolescencia crónica, y al mismo tiempo fomentar una transición justa hacia la movilidad sustentable. Al priorizar el desarrollo de tecnología nacional, el gobierno busca fortalecer la industria local, generando empleos de alta especialización en ingeniería, diseño y manufactura avanzada, reduciendo así la fuga de cerebros y capital.
El desarrollo del Taruk demuestra que la ingeniería mexicana tiene la capacidad de responder a los desafíos globales del cambio climático con soluciones propias. La colaboración entre la academia, a través del Conahcyt, y la iniciativa privada ha demostrado ser un modelo exitoso para acelerar la innovación. Al reducir la dependencia tecnológica del extranjero, México gana autonomía para decidir el futuro de su transporte público, adaptándolo a las necesidades reales de su población y no a los catálogos de proveedores internacionales.
México parece estar tomando un rumbo eléctrico y nacional. La capacidad de producción anunciada sugiere que pronto veremos estas unidades no solo en Ensenada o la Ciudad de México, sino en múltiples urbes que requieren urgentemente soluciones para reducir la contaminación auditiva y atmosférica. El éxito del Taruk dependerá ahora de la continuidad en las políticas públicas, la inversión en infraestructura de carga y la confianza de los operadores de transporte en esta nueva tecnología. No obstante, el primer paso ya está dado, y es un paso firme hacia un horizonte donde el transporte público sea limpio, eficiente y, sobre todo, orgullosamente hecho en México.
La industria automotriz nacional se encuentra ante una oportunidad histórica de redefinirse. Ya no basta con ser el patio de manufactura de Norteamérica; el proyecto Taruk invita a soñar con un México que diseña, innova y patenta sus propias soluciones de movilidad. Con una autonomía competitiva, un alto porcentaje de integración nacional y un modelo de implementación que contempla la generación de energía renovable, este "correcaminos" eléctrico está listo para marcar el ritmo de la modernización del transporte en la próxima década, demostrando que la sustentabilidad y el desarrollo industrial pueden, y deben, avanzar de la mano.
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